miércoles, 29 de diciembre de 2010

Repaso

30 de diciembre de 2010, jueves. Mañana es el último día del año. Además de los típicos festejos anuales, muchos comienzan con la elaboración de los propósitos a cumplir en el ciclo próximo que pronto iniciará. Nunca me he hecho propósito alguno; me parece absurda la idea de que el cambio de año sea el aliciente para que alguien se anime a renovar su vida: el deseo de reinventarse debe de nacer en cada instante de la existencia misma.

           Quizá mi único propósito sea terminar mi tesis. Eso es lo que realmente me preocupa en estos momentos... he desaprovechado mucho de mi tiempo en asuntos que, a pesar de tener trascendencia dentro de mi vida, no me han dado satisfacción alguna. El resto de los propósitos me los iré planteando conforme pasen los días y según se presente la ocasión.

            Prefiero hablar de lo que sí logre y no me propuse durante el conteo de las doce campanadas de 2009. Lo más importante es que cumplí el sueño de todo estudiante y nóvel investigador: presentar una ponencia ante un público especializado. 18 de agosto fue la fecha (a seis días de mi cumpleaños número 25)  y Taxco el lugar, estaba realmente nerviosa ¡me sudaban las manos! (a mí nunca me sudan las manos). Un día antes ensayé la lectura y traté de suprimir los datos menos importantes, cosa que no logré: TODO era importante (más tarde me di cuenta de que no); comencé mi lectura con notable nerviosismo, pues no sólo estaba ante mi jefe y asesor, sino ante el dirigente de la Coordinación Nacional de Antropología (CNA) del INAH, institución que financia mis investigaciones y que, por lo tanto, espera aportaciones importantes dentro de la disciplina correspondiente, en mi caso, la de Lingüística, por lo que era deber mío contribuir al estudio de la dialectología del español en México, caso específico, el estado de Guerrero. Tal vez mi investigación no fue enorme, pues me enfrente a demasiadas limitaciones: los viáticos eran escasos (casi nulos), el corpus reunido era mínimo y las poblaciones trabajadas no representaban realmente el problema analizado (oh, olvidé mencionar que mi investigación giro en torno de la descripción del léxico de origen africano que persiste en las ciudades de Iguala, Taxco y Tepecoacuilco), pero la lectura previa ante mi jefe-asesor-profesor-amigo-colega-segundo padre y sus posteriores palabras de reconocimiento y felicitaciones, me hicieron sentir segura. Recibí aplausos al final de mi lectura y una posterior charla con el coordinador (y también lingüista) , Francisco Barriga Puente, y con una notable historiadora (Teresa Pavía) sobre mi tema.

             ¿Realmente aporté algo? yo pienso que sí. La población afromexicana en México ha sido muy poco estudiada, la mayor parte de las notas existentes giran en torno de la historia y antropología, pocos son los datos sobre la lengua. Lo que analicé fue una pequeña porción de un grupo minoritario en la entidad y estoy segura de que un corpus más amplio y una extensión de la zona estudiada, dará luz a vacíos que quedaron en mi escrito y que necesitan una explicación más profunda. Fue la mejor experiencia de mi vida y la que más feliz me ha hecho.

         Hace unas semanas, se entregó el resultado de año y medio de esfuerzo, igual dentro de la CNA: una bibliografía comentada y dos volúmenes de una antología, todas relacionadas con la lingüística hecha sobre Guerrero. Me sentí realmente orgullosa al ver impresas ambas obras: orgullosa de Martín (mi compañero de trabajo y ahora, rival a vencer jeje) y de mí (ciertamente, más de mí jeje). No sé qué nuevo proyecto en el INAH venga en este 2011... sigo a la expectativa.

        Otro logro más fue la recopilación del corpus base de mi tesis, la cual será conjunta (o por lo menos, esa es la idea) Fue realmente dificil, extenuante y hasta fastidioso recopilar y transcribir horas y horas de entrevistas que serán la base de la investigación. Pero, por fin, ahí están, esperando a ser analizadas.

        Tuve la oportunidad de dar clases a jóvenes recién salidos de la pubertad (según). Fue díficil manejarme ante tres grupos totalmente distintos: los apáticos, los rebeldes y los que sí estudian. Obviamente el tercero fue mi favorito: era realmente gratificante ver que mis noches de desvelo y horas invertidas en la preparación de las clases y actividades, agradaban, interesaban y ayudaban a los chicos (el grupo estaba formado por unas ocho chicas y tres varones); era la recompensa a los múltiples hartazgos experimentados con los otros grupos. Aprendí algo: uno como alumno nunca valora la labor del educador, rara vez se pone a pensar en lo mucho que éste sacrifica para exponer ante los educandos la teoría que da forma a la preparación intelectual y formativa de éstos. Muchos nos saltamos la clase o nos divertíamos escribiendo notas en los cuadernos del compañero de al lado (yo lo hacía) mientras el profesor hablaba y hablaba... ahora me tocó hablar y hablar mientras observaba las mismas actitudes. Dar clase no es lo mío... aunque tal vez me anime a repetir la experiencia.

        Mis logros profesionales fueron muchos. Los personales no tanto. Mi regalo de año nuevo fue el anuncio de una enfermedad que si bien no es mortal, sí es para preocuparse. Luego vino la rotura definitiva con quien había sido mi pareja no oficial durante muchos años de mi vida: lloré mucho, lloré y lloré hasta que mis ojos terminaron por hincharse. La aparente indiferencia hacia la situación era mi mejor arma, pero la tormenta interna continuaba. Lo extrañé cada segundo, minuto, hora... día y noche añoraba los momentos vividos y nuevamente las lágrimas hacían su ya normal recorrido desde mis ojos hacia el infinito. Su partida me dolió. Ahora, sólo lo recuerdo de cuando en cuando.

        Amores fugaces tuve... y sólo dejaron en mí un vago recuerdo de satisfacción. Hace poco conocí a "alguien distinto". Al principio no me causó el menor desasosiego,  pues en mí aún reinaba la incredulidad respecto de los sentimientos de afecto que mi persona pudiera provocar en alguien más: después del catastrófico descenlance amoroso, decidí vacunarme contra el amor. Conforme pasó el tiempo y fiel a mis enamoramientos fugaces, pasó de ser "él" a ser "Él". Dejando de lado a la persona de la que hablo, reconozco que es lindo querer y encariñarse con un sentimiento distinto al que normalmente se experimenta con amigos. Esta nueva sensación es bella, gracias a ella me doy cuenta de que al final de cuentas, también soy humana y que al igual que todo ser vivo, necesita sentirse especial. Me sentí especial un tiempo... pero ahora me doy cuenta de que lo he echado a perder. Hay veces en las que siento que no soy una persona que pueda ser amada.

         Pero lo que no he fastidiado con mis obsesiones y enajenamientos, son mis amistades. Alegrías, risas, llanto, fiestas, borracheras, momentos de lucidez... de todo ha habido. Lo mismo pasa con familiares; pocas veces son las que convivo con primos y tíos, este año tuve la oportunidad de hacerlo y fue lindo.

        Entonces, no me queda más que esperar a que la vida continue y con ella siga mi camino y evolucione junto con ésta. No sé qué pase en los próximos meses, pero sé que todo puede mejorar. Después de todo, el estar bien o no, está en mis manos.
        
      

martes, 28 de diciembre de 2010

momentos de... lo que sea

Estoy aburrida... debería estar haciendo cosas más productivas que poner tu cara en cuerpos mameyes (o la de mi amiga jaja) es divertido... pero no quiero hacerlas. Tal vez mañana... pero el "mañana" nunca llega... espero que algún día me alcance.

Me dieron ganas de escribirle a alguien... y el primero que me vino a la mente fuiste tú. Éso no me gusta, no es bueno, porque me recuerda cuánto te extraño... y no me gusta extrañarte... pero lo hago y es frustrante porque no te puedo tener... y no puedo tener porque te siento cada vez más lejano...

Hoy, como últimamente me ha pasado, me desperté (bastante tarde, por cierto) con un deseo enorme de verte, de escuchar tu voz... mi mano toma el teléfono, busca tu número (que de tanto verlo, ya casi he memorizado) y está a milímetros de presionar la tecla verde, ésa que sirve para conectar la llamada. Pero me aguanto las ganas... porque sé que tal vez no contestes y entonces no pueda escuchar tu "¡hola!", así que prefiero no hacerlo.

Y así paso el día... oyendo música... mucho de death metal, otro poco de heavy, algo de melodic y j-pop... entre mi repertorio general tengo "Ny batteri" (así se escribe?) y "Hoppipolla" que logran que me acuerde aún más de ti, pero ninguna como la veintiúnica rola de Arcade Fire que captura mi atención (lo siento... el resto de sus canciones me suenan igual ¡changos!): "Rebellion (lies)" y es gracioso, pensé que la que lograría éso sería la de Andrew Bird "Fake Palindromes" porque ésa fue la primera que me compartiste (de todas las que he escuchado, "Skin is, my" ha sido la que más me ha agradado); sí, lo recuerdo, fue la segunda vez que estuve en tu casa y estabas emocionado porque por fin tenías el disco ("The mysterious production of eggs" por qué se llama así???) fue lindo ver tu cara de felicidad, tu sonrisa.

Y es aquí cuando me doy cuenta de que no he podido compartir contigo tantos momentos, gustos y alegrías como tú lo has hecho... no sé porqué no ha sucedido; de alguna extraña razón me siento intimidada por tí... creo que éso es lo que me cohibe. Y éso me causa muchos conflictos.

¿Te fijaste? escribí líneas arriba "Hoy" refirièndome al lunes, cuando ya es martes... debió haber sido "Ayer"... mi escrito es atemporal... todos los días son como "Hoy".

Jeje... se supone que sólo escribía para saludar... pero, de alguna forma, me sirvió como desahogo... y me voy antes de que me termine de "quemar" ¡¡¡jaaaaa!!!

Cuídate mucho... espero verte pronto. Te extraño... y más que éso...
 
Para Ángel

sábado, 25 de diciembre de 2010

Gracias



Tengo miedo
Miedo de la vida y miedo de la muerte.
Miedo de la muerte 
porque no volveré a ser el mismo;
miedo de la vida 
porque por primera vez seré yo.
Hay más de mil formas de decir lo mismo,
pero ninguna tan bella como la primera.
Excepto, tal vez, la última.

Sesiones bajo la luna llena


Nunca he sabido expresar mis sentimientos porque no quiero volverme vulnerable, porque no quiero que la muralla que he construido en estos años y que me protege del dolor, se desmorone y exponga mi alma desnuda al mundo...  ya no quiero llorar.

Por eso escribo.

Por eso me escudo y me sobreprotejo detrás de esta nueva barrera, a través de la que me siento libre de gritar quién soy y qué es lo que siento.

Pero hoy no quiero gritar.

Sólo quiero agradecer a la vida por poner en mi camino a una maravillosa mujer que ha estado conmigo en los momentos más fríos, tristes y crueles de mi existencia, a alguien con quien he compartido mis más torcidos secretos, y con quién nunca he inventado sonrisas porque ella las hace nacer, a esa mi hermana perdida con la que me reencontré en esta vida.

A los seres que me trajeron a este mundo, quienes no entienden que entre el blanco y el negro está el gris.

Al otrora amor que me hizo sentir plena y por el que descubrí que en verdad el verdadero amor lleva en sí mismo su recompensa... y que ni la indiferencia con la que me alejó de él acabó con lo que fui capaz de construir dentro de mí.

Al nuevo amor que ha llegado; ése que nace con el día en mi pensamiento y muere por la noche en mis sueños para renacer con una nueva luz al día siguiente; ése con el que añoro compartir más que besos y caricias y que me hizo ver que los ángeles en verdad existen... y cuyo fugaz interés e indiferencia fomentados por mi inicial desinterés me devora por dentro.
A la vida misma por mantenerme dentro de la línea de batalla dentro de mi lucha interna y que me empuja a seguir en este juego.










Recuerdos de papel

Hoy me siento cansado...
como el vampiro que descubre que la inmortalidad es algo cuyo resplandor pasa con el tiempo 
conforme pierde a los seres que ama; 
y triste y decepcionado por tanta pérdida, añora la muerte... 
hasta que vuelve a enamorarse.

Sesiones bajo la luna llena


Transcribo esta cita de uno de los cuadernos que en antaño solía usar como diario; la fecha que encabeza mi entrada es del 12 de diciembre de 2005. Han pasado cinco años. En ese entonces estaba en tercer semestre de la carrera (creo), aún era virgen y todavía no se me descarrilaba el tren... y tal vez en ese tiempo no le daba la importancia necesaria a todos los datos que debo tomar en cuenta cuando hago citas... no apunté de quién es o de dónde la copié, sólo recuerdo que fue de un libro con el que me topé por mera casualidad en los estantes de la Biblioteca Central mientras buscaba una lectura para disfrutar y distraerme en vacaciones. Pero creo que ni apuntar bien el título supe hacer, porque ahora que busqué la referencia en la base de datos de esa biblioteca, se le marca como inexistente... maldición.
          Escribía en esos diarios desde que estaba en la primaria. Recuerdo que compraba cuadernitos y que los forraba con papel celofán o con uno metálico, me gustaba cómo se veía el rojo. Mi hermano veía mis libretitas y veía que escribía en ellas. Él era el único que me regalaba cosas en mi cumpleaños. Uno de los presentes que más recuerdo y que aún conservo (sin que él lo sepa) es una especie de cajita para que en ella las guardara; él mismo la hizo con pedazos de pastas de cuadernos viejos y diurex. Nunca la usé porque era muy frágil y no quería romperla. Otro regalo que hizo con sus manitas (sí, eran lindas... me gustaba tocar sus deditos cuando dormía y sentir su calor... era realmente tierno; ahora son más grandes que las mías y ni por error nos tocamos ¡asco, asco!) fue un Pikachu dibujado y coloreado por él (desde entonces ya amaba dibujar) y tenía una base hecha con palitos de paletas que hacía que permaneciera en pie... nunca lo recibí porque nos peleamos. Creo que lo rompió.
          Por más que trato de hacer memoria, no lo logro. No sé qué es lo que mi mente púber y perturbada ordenaba a mis manos plasmar en esas hojas. Dudo que fueran asuntos relacionados con amigos. Nunca tuve amigos, siempre fue la típica niña retraída y tímida que no hablaba con nadie y que nadie hablaba con ella; teníamos dos recreos de media hora cada uno y no me gustaba porque sentía aún más el peso de la soledad. No tengo ningún lindo recuerdo de esa etapa de mi vida. No hubo día en el que no llorara o pensara en la muerte. Un niño nunca debe pensar en la muerte. Lloraba y mis compañeros se reían. Lloraba y mis maestros no me hacían caso. Lloraba y mis papás me decían que me callara. Lloraba y parece que las hojas de aquellos cuadernos me escuchaban atentos y secaban mis lágrimas. No coservo ninguno de esos cuadernos. Quizá porque ilusamente pensé que al deshacerme de ellos, se iria el dolor. Y no. 
          Lo que sí conservo son las experiencias vividas en el CCH. Al leer lo escrito, vienen a mi mente instantes que por su fugacidad ya había olvidado. Y sonrío. Y a veces lloro. Y recuerdo con una sonrisa lo que me decían mis amigos (sí, hasta ese momento supe lo que eran y lo que se sentía tener uno): "vas a ser escritora y vamos a esperar tu primer libro". Nada más alejado de la realidad. Augusto Monterroso dice que escribir es un arte y que su medio de expresión es el lenguaje. Amo el lenguaje, pero no me considero una artista, denigro el concepto.
          En la universidad, siempre llevaba conmigo mi cuaderno. Escribía en él lo que me pasaba en ese preciso instante, lo que pensaba y por fin, me sentí con la libertad y confianza de compartirlo con alguien. Como yo, la forma en la que me expresaba evolucionó. Dejé de hablarme sobre amores fugaces y comencé a preocuparme por la vida, por la forma en la que estaba viviendo y por el futuro. La última entrada de mi diario es del 23 de junio de 2007. No he vuelto a escribir en un diario desde entonces. Todo recuerdo se queda en mi mente, con la esperanza de no formar parte de mi olvido cotidiano. Creo que es un buen momento para retomar una buena costumbre que comencé desde antes de saber que dedicaría parte de mi vida al lenguaje.









 
           


miércoles, 15 de diciembre de 2010

Feliz navidad

Desde que tengo uso de razón, en esta época del año la gente cambia  muchas de sus actividades cotidianas. Todo inicia con los festejos de la aparición de la virgen de Guadalupe. De un momento a otro y sin que me de cuenta, las calles toman un colorido escalofriante y se preparan para albergar a decenas (cuando bien me va) de "fieles creyentes" que se reúnen en esos dos metros (a veces dos y medio) que suelen medir esas falsas ramblas para cantar, rezar y ofrendar hasta el último centavo de sus bolsillos a esta prima no tan lejana de la virgen de la Extremadura (¿o de la Inmaculada Concepción? ahh para el caso es lo mismo) y de la que no se tienen registros históricos que prueben su real aparición... salvo los que nos muestra la Iglesia (pero todos sabemos que hay que tomar siempre con reservas lo que ésta declare).
            Y finalmente llega la tan esperada celebración: el nacimiento del hijo del salvador de los hombres, Jesús (que por cierto, no nació en diciembre). Previamente, nuestros vecinos habrán adornado paredes, ventanas de sus casas y hasta las plantas de la banqueta (todo con muy poco sentido del estilo, debo agregar), con foquitos de colores y en las salas estará el bello árbol navideño y en algunos casos, el nacimiento.
      En mi acogedor y a veces asfixiante hogar, sólo una ventana fue la afortunada en guiar mi camino de la esquina de la calle a la puerta. Los leds tienen una semana ahí, muy probablemente sólo porque sería de muy mal gusto que nuestra casa no luciera el atuendo de moda. Dentro, no hay árbol. Tampoco nacimiento. Y no lo habrá. Nunca hemos hecho una posada. Ni hemos "recibido" a la virgen (a mi madre le da flojera atender a la gente y lo que es más, darles algo para beber o comer). Somos los mayores herejes de la colonia.
    Tengo que reconocer que hubo una época en la que un árbol de plástico estorbaba el paso en la sala... pero no recuerdo que ayudara a adornarlo. De mi memoria sólo extraigo imágenes en las que veo mi cara reflejada en esferas de vidrio, opacas, algunas rotas; también hay escarcha plateada, roja, azul y violeta y algunas luces que ayudaban a ocultar la falta de ramas del tan gastado árbol.  Las luces no se encendian hasta que estuviera realmente oscuro... y me gustaba tener tal honor... era lindo ver cómo la sala era iluminada con esa revoltura de colores y las esferas recuperaban el brillo que el polvo y el tiempo les habían quitado. Con el paso de los años, la costumbre se perdió.
     He notado que muchas familias se reúnen, cenan y conviven, se abrazan y se desean lo mejor. En mi casa, los cuatro (a veces cinco) nos sentamos, cenamos... lavamos nuestros platos y cada quien regresa a su mundo. No hay abrazos, tampoco besos ni deseos...
    Esta fecha, como muchas otras, no significa nada para mí. No representa nada. No sé si algún día represente algo. Me parece un simple pretexto para obligarse a realizar aquellas cosas que se deberían hacer todos los días: abrazar a tus seres queridos, desearles lo mejor... oh, pero es cierto que no todos los días puedes ver a toda tu parentela. No llevo una buena relación con mis primos, ni con mis tíos. Sé que existen y que están en sus casas. Sólo éso.
     No espero con ansias la navidad, ni el año nuevo. No tengo motivos por los cuales excitarme ante la idea. Pero sé que la mayoría de los mortales sí, así que me doy a la tarea de repetir la tan trillada frase "feliz navidad".
    





   

El descubrimiento de los dialectos: Ideas en torno de la variación dialectal de las lenguas indígenas, entre los gramáticos novohispanos

Ignacio Guzmán-Betancourt
Instituto Nacional de Antropología e Historia, México
Si la nature [...] eust donné aux hommes un commun vouloir & consentement, outre les innumerables commoditez qui en feussent procedées, l'inconstance humaine n'eust eu besoing de se forger tant de manieres de parler. Laquéle diversité & confusion se peut à bon droict appeler la Tour de Babel. Donques les Langues ne sont nées d'elles mesmes en façon d'herbes, racines & arbres: les unes infirmes & debiles en leurs espéces: les autres saines et robustes, & plus aptes à porter le faiz des conceptions humaines: mais toute leur vertu est née a un monde du vouloir & arbitre des mortelz.         
                                                                                                                            Joachim du Bellay
Los modernos han descubierto, en efecto, otro nuevo mundo en los lenguajes hablados por los indios de América.       Conde de La Viñaza

En la actualidad, quizá nadie se atrevería a sostener de manera tan categórica que "antes de 1800 no había apenas nada que pudiera llamarse lingüística en el sentido moderno", como temerariamente afirmaba el profesor Malmberg hace poco más de veinticinco años, en una de sus obras más conocidas[1]. Porque, por una parte, actualmente ya no se admite evaluar los hechos históricos con parámetros del presente; si nos fundáramos en el criterio del 'sentido moderno', la gran mayoría de nuestras ciencias tampoco rebasarían los límites del 1800. Por otra, porque precisamente la historiografía lingüística no sólo ha recibido un gran impulso en el transcurso de las últimas décadas, sino también una saludable ampliación de su campo de estudio.
Durante mucho tiempo los manuales de historia de nuestra ciencia, desde Thomsen hasta Robbins, pasando por Leroy, Mounin, e incluso por el del mexicano Attolini[2] no hicieron otra cosa que incursionar en torno del mismo asunto. La búsqueda de tempranos antecedentes de la decimonónica lingüística se orientó tradicional y principalmente hacia el ámbito cerrado de la cultura clásica. Afortunadamente la situación parece haber cambiado, según lo que se observa en este campo a partir de fechas recientes, pues el interés de los investigadores tiende ahora a abarcar otros horizontes, en los que igualmente es posible encontrar valiosos antecedentes de nuestra ciencia.
Uno de estos horizontes es el representado por el extenso conjunto de trabajos de carácter lingüístico -gramáticas, diccionarios, traducción de textos, etc.- realizados en América, principalmente por españoles y portugueses, desde la primera mitad del siglo XVI hasta los primeros años del XIX. Por largo tiempo este extenso capítulo de la ciencia occidental padeció la indiferencia y el desinterés de los estudiosos, a pesar de las múltiples llamadas de atención sobre la necesidad y conveniencia de estudiarlos a fondo y precisamente en el contexto de la historia del surgimiento y desarrollo de las ideas lingüísticas.
Por lo que respecta al acervo mexicano, ya en 1845 el fraile carmelita Manuel de Nájera clamaba por el reconocimiento de estos tres siglos de intensa investigación lingüística, no dudando en afirmar que "no existía la Philología, como ciencia, en Europa, cuando la metafisica de las lenguas, se conoció por uno que otro, en nuestro país"[3]. Y para demostrar que "no hay nada nuevo bajo el sol", hace saber a los arrogantes lingüistas de su tiempo que el método comparativo lo habían ya descubierto y practicado en América los frailes Pedro de Betanzos, Miguel Val y Juan Lázaro[4].
En términos no menos enérgicos se pronunciaba en 1892 el conde de La Viñaza por el reconocimiento de la importancia de la investigación lingüística española del mismo periodo; sus razones: los 1100 títulos amparados por su Bibliografía[5].
Los reclamos de esta clase causaron poco o ningún efecto en el ánimo de los estudiosos, pues nadie acató oportunamente esas tempranas advertencias. El desinterés que hubo hacia esa clase de trabajos se manifiesta inclusive en el silencio que al respecto guardaron Lázaro Carreter y Bahner en sus estudios sobre las ideas lingüísticas en España durante los siglos XVI al XVIII[6], que es justamente el periodo del auge de la investigación lingüística española en América.
Esta actitud general de desinterés tanto por el estudio profundizado cuanto por el reconocimiento de valores propios y originales de la producción americana en el campo de la lingüística, puede explicarse mediante dos razones principales. La primera, debido a cierta aversión que la propia lingüística ha mostrado por lo regular hacia las hablas vulgares y de pueblos ágrafos y, en suma, por los idiomas de gentes y naciones exóticas. La segunda, ocasionada por una especie de 'leyenda negra' que se tejió en torno del conjunto de estos trabajos. Se trata de la idea de que, sin excepción, sus autores los realizaron de acuerdo con el modelo diseñado por Antonio de Nebrija para describir la estructura gramatical del latín; 'error' que los llevaría irremediablemente a forzar -y falsear- las estructuras de las lenguas amerindias, al ajustarlas a dicho modelo. Planteada por primera vez a mediados del siglo XVIII, de manera sutil y en referencia al náhuatl, por el padre Carlos de Tapia Zenteno en su Arte novísima de lengua mexicana (1753), la idea es recuperada por el citado padre Nájera quien, por cierto, la expone en términos muy sensatos:
Reflexionemos un instante que las ideas de la gramática universal, que la mayor parte de los misioneros podía tener, era la que les había hecho concebir el arte latino de Antonio de Nebrija; de él pues, bebieron las fórmulas de todo lenguaje, y nada más natural que haberlas aplicado a las nuevas lenguas, en las que buscaron lo que en su gramática habían estudiado... estos literatos produjeron una revolución en esas lenguas, que demasiado poco han padecido, en lo que fueron sobradamente afortunadas[7].
Pero en autores sucesivos como, por ejemplo, Francisco Pimentel[8], Rémi Siméon[9], Francisco Belmar[10], la cuestión de la influencia de Nebrija en los gramáticos novohispanos se orienta hacia la reprobación del hecho y al descrédito de sus trabajos. Así, al negarles de antemano originalidad, pero en cambio atribuyéndoles todo género de errores, los filólogos americanistas del siglo XIX y principios del XX fueron los que propiciaron y fomentaron el desinterés por el estudio de estos trabajos.
A todo ello se puede agregar un prejuicio más de que ha sido objeto esta producción. Se refiere éste al recelo que les inspira a ciertos investigadores la finalidad principal que la motivó, no viendo en ella más que un producto de los métodos de propaganda fide y, por ello, sin mayores méritos científicos.
Sin embargo, estos prejuicios tradicionales parecen haberse ya superado en gran medida, pues de unos años a la fecha la opinión sobre la naturaleza y valor de estos trabajos ha cambiado radicalmente. Así, por ejemplo, la célebre influencia del pensamiento nebrisense, antes considerada nefasta, es tratada por Jorge Suárez de modo muy similar al de Nájera:
Es natural, pues, que las gramáticas de Nebrija se tomaran como modelo para escribir gramáticas de lenguas desconocidas; en verdad, difícilmente había otro modelo y, como suele decirse, es mejor tener un mal modelo, que no tener ninguno[11].
Por su parte, Norman McQuown reivindica acertadamente el conjunto de trabajos coloniales con las siguientes palabras:
Todos contienen sorprendentes puntos de interés que muestran que las ideas lingüísticas, respecto de cuestiones fonéticas, morfológicas, sintácticas y semánticas, no son logros recientes en la historia de la ciencia[12].
Pues bien, entre los numerosos puntos de interés que es posible localizar en el acervo bibliográfico de la lingüística novohispana, me interesa destacar hoy el referente al descubrimiento de los dialectos de las lenguas indígenas y su recepción en el contexto del pensamiento lingüístico de ese periodo.
En tiempos del descubrimiento del Nuevo Mundo, al igual que antes y después de esa fecha, cualquier persona que se desplazara a cierta distancia de su lugar de origen, podía fácilmente advertir la existencia de formas de habla distintas de la suya en diversos grados. Diferencias regionales y lenguas diferentes las ha habido en todas las épocas y lugares. Por ello, Colón, viajero experimentado y previsor, a falta de alguien que hablara catayano, cipangués o indio, tuvo buen cuidado de incluir en su tripulación al converso Luis de Torres, quien dominaba las lenguas hebrea y caldea "y aun algo de la arábiga"[13], sin duda persuadido de que alguna de ellas se conocería en los confines asiáticos. Pero en este sentido también sus cálculos fallaron, pues los indios que fueron apareciendo a partir del 12 de octubre se expresaban en un idioma que ni Torres ni el resto de la tripulación colombina entendían.
Durante algún tiempo pensó el Almirante que la lengua de estas gentes era una sola, mas no tardó en percibir ciertas diferencias entre sus hablas, e incluso, cuando al cabo de algunos años ya tiene una idea un poco más clara de la realidad antillana, admitió la existencia de diferencias de tipo geográfico o dialectales, las que atribuye a la escasa comunicación que mantienen entre sí los habitantes de las islas, así como al efecto del factor geográfico:
Es verdad que como esta gente platican poco los de una isla con los de la otra, en las lenguas hay alguna diferencia entre ellas, según como están más cerca o más lejos...[14]
Pasando de las Antillas a Tierra Firme, en ésta se encontró parecida situación lingüística, sólo que aquí desmesuradamente multiplicado el número de lenguas y, por consiguiente, el de sus dialectos. La excesiva pluralidad de lenguas y naciones de la América continental fue un hecho que conmovió la mentalidad europea de aquellos tiempos. Por una parte, porque no todo el mundo era tan avisado como Colón para comprender con aplomo tales manifestaciones del lenguaje; por otra, y por ello mismo, debido a que el pensamiento occidental, moldeado con las ideas grecolatinas y judeocristianas, se manifestó siempre contrario a aceptar que el lenguaje, como cualquier otra institución humana, funcionaba sólo a través del dinamismo. La multiplicidad de lenguas y sus diferentes clases de variaciones fueron entonces interpretadas como indicio de barbarie, o sinónimo de fatalidad.
Por lo que respecta a la Nueva España, la variedad de lenguas encontrada por los primeros exploradores, según refiere Juan Ginés de Sepúlveda[15], fue uno de los indicadores que permitieron suponer que se trataba de tierras continentales y no de islas. A mediados del siglo XVI, cuando ya la variedad de lenguas de la Nueva España era un hecho comprobado -y por muchos padecido-, el humanista Francisco Cervantes de Salazar la interpretaba de la siguiente manera:
Bien paresce, como la experiencia nos enseña y la Divina Escriptura manifiesta, por el pecado de la soberbia, hasta estas partes haberse derramado la confusión de lenguas, porque las que hay en la Nueva España con mucho trabajo se podrían contar, tan diferentes las unas de las otras, que cada una paresce ser de reino extraño y muy apartado...[16]
A esta situación de extremado multilingüismo tuvieron que enfrentarse los sacerdotes regulares y seculares para hacer efectiva la evangelización y, en general, la transculturación de las etnias novohispanas. Aunque el elevado número de idiomas distintos constituía ya en sí mismo un agudo problema, en realidad los tenaces misioneros tuvieron que afrontar muchos otros, de muy diversa naturaleza. Junto a idiomas bastante ricos, pertenecientes a grupos de elevada civilización, se hallaba una infinidad de lenguas comparativamente menos cultivadas, por corresponder a pueblos con menor complejidad sociocultural. Frente a lenguas con estructuras de relativa facilidad de aprendizaje para los neófitos, existían otras de apariencia inaccesible y desalentadora adquisición[17]. En fin, una amplísima gama de sistemas lingüísticos afectados, además, por el fenómeno de la dialectalización.
Ahora bien, puesto que el adoctrinamiento de los Indios en materia religiosa fue un proyecto fundamental de la política imperial española, por ello mismo debía implantarse de manera cuidadosa. El dominio de las lenguas indígenas por parte de los responsables directos de la empresa, forzosamente debía ser proporcional a su importancia.
Al emprender, pues, su aprendizaje, como bien señalaba Jiménez Moreno, "el conocimiento práctico que de ellas adquirieron les hizo percatarse de sus particularidades, que no habían previsto"[18].
Respecto de las particularidades dialectales, era lógico que los sacerdotes, al conseguir dominio del idioma de determinado lugar, repararan en diferencias de esta clase conforme extendían la predicación evangélica hacia otras comunidades de la misma lengua. Testimonios de la advertencia de este proceso se encuentran con frecuencia en las diferentes obras gramaticales y lexicográficas preparadas por los clérigos más versados en esos menesteres. Estas noticias, valiosas por múltiples razones, constituyen en general un magnífico ejemplo de la notable disposición de ciertos individuos para encarar y resolver arduos problemas lingüísticos.
Las referencias al hecho suelen plantearse en estas obras de muy diversas maneras. Para algunos autores la variación regional de las lenguas representa en éstas un rasgo negativo, el cual se interpreta ya como expresión de la barbarie de sus hablantes, ya como consecuencia de la condena babélica, cuyas repercusiones suponían haber alcanzado a estas gentes. Otros se limitan simplemente a registrar el fenómeno sin sancionarlo ni evaluarlo; y, finalmente, destacan aquellos que lo asumen con naturalidad, interpretándolo como condición propia de las lenguas, e incluso procuran reducirlo a sistematización, a través del señalamiento preciso de las diferentes realizaciones de determinada lengua, según las regiones donde se practica.
Los ejemplos concretos con los que estos autores suelen notificar la variación regional, provienen por lo común de los planos de la fonología y del léxico, aunque, desde luego, no faltan los que también advierten el fenómeno en los niveles sintáctico y gramatical.
Veamos algunos casos específicos, comenzando por las artes y diccionarios del náhuatl o mexicano, idioma que no solamente se preciaba de ser general en todas las provincias de la Nueva España, sino que además tenía fama de cortesano y contaba ya con una norma reconocida, que era la de Tezcoco y Tenochtitlan, modelo que los mismos españoles se encargaron de promover como el mejor.
Fray Andrés de Olmos, en su Arte para aprender la lengua mexicana (1547), el tratado gramatical más antiguo que conocemos sobre esta lengua, alude del siguiente modo a la variación geográfica de dicha lengua, a la vez que encuentra fallas a la norma consagrada:
Y puesto caso que cuanto a la congruidad de la lengua de los mexicanos y tetzcucanos hagan ventaja otras provincias, no la hacen en la pronunciación, porque los mexicanos no pronuncian la m ni la p; y ansí por Mexico dizen exico. Y en todas las esotras provincias no tienen v consonante, y las mujeres mexicanas y tetzcucanas la pronuncian y no es buena pronunciación...[19]
Por su parte, fray Alonso de Molina muy juiciosamente aconseja a los estudiantes de su Arte de la lengua mexicana (1571) que:
<Para> que esta variedad y diferencia de accentos aquí dicha, sea provechosa, empero muy mejor se puede saber y aprender con el uso, que con arte alguna, a causa de la diversidad y variedad que hay en cada provincia y en cada pueblo[20].
Pero tal vez sus ideas más interesantes al respecto sean las que consigna en la advertencia o notable con que concluye su tratado, pues allí distingue varias clases de variaciones, al mismo tiempo que postula algunas de sus causas.
Asimismo, en el primero de los prólogos a su Vocabulario en lengua castellana y mexicana... (1571) señala que una de las dificultades que encontró para armarlo fue precisamente:
...la variedad y diversidad que hay en los vocablos, por que algunos se usan en una provincias, que no los tienen en otras y esta diferencia sólo el que hubiese vivido en todas ellas la podrá dar a entender[21].
Y en el aviso segundo, también del prólogo, informa cómo resolvió ese problema:
Para la variedad y diferencia que hay en los vocablos, según diversas provincias, se tendrá este aviso: que al principio se pondrán los que se usan aquí en Tetzcuco y en México, que es donde mejor y más curiosamente se habla la lengua; y al cabo se pondrán los que se usan en otras provincias, si algunos hubiere particulares...
Pero no todos los autores que escribieron sobre el náhuatl fueron tan sagaces como fray Alonso; así, por ejemplo, los padres Antonio del Rincón (1595), Diego de Galdo Guzmán (1642) y Carlos de Tapia Zenteno (1753), no se mostraron tan inclinados a aceptar en sí y por sí la variación que observaban en determinadas hablas, cuando éstas diferían de la tezcocana y tenochca. A Galdo Guzmán, por ejemplo, el habla de tlaxcaltecas y cholultecas le parecía "peor lengua que la serrana"; es decir, peor que la de gente montaraz e inculta.
Un singular planteamiento sobre el origen de la variación regional del náhuatl lo ofrece fray Manuel Pérez en su Arte del idioma mexicano (1713):
Los diversos modos de hablar de cada provincia, aunque sean de este idioma, depende o de haberse adulterado con otros idiomas, o de haberlos recibido así sus primeros fundadores, de lo cual no hay otra razón, sino que sic voluere priores...[22]
El mismo autor se sirve de ejemplos léxicos para ilustrar las diferencias entre el náhuatl del centro y el de la Tierracaliente, indicando que "parece necesario ponerlos por si fuera a dar por allá quien los leyere".
Mucho más perspicaz en la materia se revela el padre José Agustín de Aldama y Guevara (1754), pues no sólo plantea la cuestión con admirable prudencia, sino que sus observaciones al respecto penetran más allá de los niveles fonológico y léxico:
En esta lengua (como en todas) hay alguna variedad, según la variedad de provincias, o lugares. Las reglas de este Arte están conformes al estylo de los indios de México, y sus contornos; pero echo cargo de este estylo, tendrás muy poco que hacer para enterarte de lo que hallares distinto en otras partes; y aun esta variedad no añade comúnmente dificultad, sino que antes la disminuye. V.g. unas de las cosas que tienen algún enredo, es el uso de verbos reverenciales, y la diversidad de pretéritos perfectos; y hay muchos lugares, en que apenas usan tales verbos; y hay también lugares, en que la mesma voz de el presente de indicativo les sirve de pretérito, sin más diferencia que anteponerle esta letra o. Tú, en todo, y por todo, debes acomodarte al estylo de los indios que manejares, aunque ellos no se ajusten a lo que vieres en el Vocabulario, ni en éste, o cualquiera otro Arte; pero en eso es menester también que procedas con discreción...[23]
Mención aparte merecen las artes mexicanas de fray Juan Guerra (1692) y Cortés y Zedeño (1765). Su interés principal reside en el hecho de que finalmente se admite, bon gré mal gré, que para ciertas hablas mexicanas no son suficientes las indicaciones generales sobre sus discrepancias con el mexicano ejemplar, sino que su divergencia es tal que obliga a tratarlas por separado. Sin embargo, en ninguno de los dos casos la solución está a la altura de la iniciativa. Para ambos autores las hablas mexicanas del occidente no son más que versiones degeneradas, degradadas, corruptas, barbarizadas de la norma ejemplar, modelo que en ningún momento pierden de vista al efectuar la descripción de aquéllas.
Ahora bien, los gramáticos y lexicógrafos del náhuatl tuvieron la suerte de que, con todo y sus distintas clases y grados de diferencias, las hablas mexicanas constituyeran dialectos en realidad poco diferenciados entre sí. Casos más complejos hallarían quienes se ocuparan del estudio de lenguas con mayor y más acentuada fragmentación dialectal como, por ejemplo, el zapoteco, mixteco, otomí, chinanteco y pame, entre otras. Pero ello no les impedía encontrar siempre las soluciones más adecuadas, sin caer en artificios ni falsear la naturaleza de los hechos.
Así, por ejemplo, fray Antonio de los Reyes logra abstraer las reglas gramaticales de la lengua mixteca (1593) gracias, en primer lugar, a que su concepto de lengua es más bien el de comunidad lingüística, entendida ésta no como una institución perfecta y necesariamente homogénea, sino más bien como la suma total de un conjunto más o menos extenso de hábitos lingüísticos distribuidos en el espacio, que comparten, además, una tradición histórica común. La gramática del padre De los Reyes, al contrario de muchas otras incluso modernas, no tiende a suprimir diferencias, sino sólo a neutralizarlas. Dicho de otra manera, y aunque nos parezca contradictorio, para este autor la unidad del mixteco sólo es aprehensible a través de la heterogeneidad: ignorar este hecho equivale, de acuerdo con su pensamiento, a ir en contra de la esencia misma de esa lengua. En segundo lugar, la gramática mixteca del padre De los Reyes fue posible en virtud de que el criterio de la intercomprensión desempeña en su método una función decisiva. Este le permite incluso distinguir varios dialectos mixtecos que reagrupa a su vez en tres grandes áreas dialectales, delimitadas cada una con ayuda de ciertos elementos fonológicos y morfológicos: Tepozculula, Yanhuitlán y Tlaxiaco-Achiutla. Su elección del dialecto de Tepozculula como base para establecer las reglas gramaticales del mixteco no fue enteramente arbitraria, sino debido a las siguientes razones:
... podemos notar que en toda la Mixteca, dejando aparte la lengua chuchona... la cuitlateca... y la cuiquila..., todo lo demás es una lengua mixteca, que corre muchas leguas, y se hallan diversos modos de hablarla y todos ellos se reducen a las dos lenguas principales que son la de Tepuzculula y Yangüitlán, como raíces de las demás. Aunque como está dicho la de Tepuzculula es más universal y clara y que mejor se entiende en toda la Mixteca[24].
La intuición lingüística desplegada por este autor no fue un caso insólito; idénticos planteamientos y acertadas soluciones los encontramos en gramáticos y lexicógrafos posteriores como, por ejemplo, en el autor del Arte y vocabulario de la lengua dohema (mediados del siglo XVII), en fray Agustín Quintana (Arte de la lengua mixe, 1729); en el padre Tomás Basilio (Arte de la lengua cahita, 1737); en el padre José de Ortega (Vocabulario de la lengua castellana y cora, 1737), y en fray Francisco Valle (Quaderno de algunas reglas y apuntes sobre el idioma pame, segunda mitad del siglo XVII).
El descubrimiento de los dialectos, empero, no fue mérito reservado a gramáticos y lexicógrafos; acerca de este fenómeno también nos dan interesantes noticias los historiadores y cronistas novohispanos, así como los autores de obras religiosas en lenguas aborígenes. Pero lo que sí vale para unos y otros es el hecho de que todos ellos refrendan, de diversas maneras, el planteamiento que antaño esbozara el padre Nájera; esto es, que en materia de descubrimientos lingüísticos "hay pocas novedades bajo el sol".


[1] Los Nuevos caminos de la lingüística, México, Siglo XXI Editores, 1970 (tercera edición en español), p. 5.
[2] José Attolini, Breve historia de la lingüística, México, Ediciones Encrucijada, 1949.
[3] Fray Manuel de San Juan Crisóstomo Náxera,  Disertación sobre la lengua Othomí, México, 1845, p. vii.
[4] Ibid., pp. vii-viii.
[5] C. Muñoz y Manzano, conde de La Viñaza, Bibliografía española de lenguas indígenas de América, Madrid, 1892.
[6] Werner Bahner, La lingüística española del siglo de oro. Aportaciones a la conciencia lingüística de los siglos XVI y XVII, Madrid, Editorial Ciencia Nueva, 1966; Fernando Lázaro Carreter, Las ideas lingüísticas en España durante el siglo XVIII, Madrid, CSIC, 1949.
[7] Op. cit., p. 38.
[8] Cuadro descriptivo y comparativo de las lenguas indígenas de México, México, 1862, 'prólogo', p. 4.
[9] Andrés de Olmos, Grammaire de la langue nahuatl ou mexicaine, Paris, 1875, 'introduction', pp. vii-viii; Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana (Paris, 1875), México, Siglo XXI Editores, 1977, pp. xi, xxix, xxxiii.
[10] Glotología indígena mexicana, México, 1921, pp. xxx, xxxii, xxxviii, etc.
[11] Jorge A. Suárez, The Mesoamerican Indian Languages, Cambridge, Cambridge University Press, 1983, p.3.
[12] "American Indian Linguistics in New Spain", en W. L. Chafe (editor), American Indian Languages and American Linguistics, Lisse, The Peter de Rieder Press, 1976, pp. 108-109.
[13] Cristóbal Colón, Los cuatro viajes del Almirante y su testamento. Edición de Ignacio B. Anzóategui, México, Espasa-Calpe, 1991 (Colección Austral, 633), p. 52
[14] Ibid., p. 160.
[15] Historia del Nuevo Mundo, Madrid, Alianza Editorial, 1987, p. 90.
[16] Crónica de la Nueva España. Madrid, Ediciones Atlas, 1971, t. I, p. 130.
[17] Cf. al respecto el testimonio del p. Nicolás de la Barreda sobre el chinanteco, en Doctrina Cristiana en lengua chinanteca (1730), prólogo.
[18] W. Jiménez Moreno, "Antecedentes de los estudios de lingüística moderna", en Memoria de la XIII Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología, México, SMA, 1975, v. II, p. 113.
[19] En: Colección de gramáticas de la lengua mexicana, suplemento de Anales del Museo Nacional, México, 1885, t. III, p. 106.
[20] En: Colec. de gram., loc. cit., t. IV (1886), p. 217.
[21] Vocabulario en lengua castellana y mexicana y mexicana y castellana, México, Editorial Porrúa, 1970.
[22] Lib. IV, pp. 74-75.
[23] Arte de la lengua mexicana, prólogo, advertencia III.
[24] Prólogo, p. iii, en la edición del conde de Charencey, Alençon, 1889.

jueves, 9 de diciembre de 2010

sólo porque sí

nada que decir ni nada qué escribir...

para al final, paradójicamente, plasmar en estas líneas que nunca leerás, una amarga, bella y escueta confesión: me gustas.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

miedo

La situación se repite. Estás ahí, sentado frente a mí... hablas... dices y me miras mientras lo haces. No sé qué pensar... no puedo pensar en nada. Tu sonrisa me hipnotiza, tus palabras me embriagan, tus ojos me seducen y todo tú emana una inexplicable luz que ilumina el persistente vacío en mi alma.

     Sonrío... te sonrío con una sonrisa que inventé sólo para tí y por éso es única y especial: ya eres dueño de ella... no invento una mirada, no es necesario: ella sola decide nacer y crecer mientras penetra en el brillo de tus pupilas y resuelve morir dentro de éstas cuando percibe su reflejo en esos espejos cristalinos con los que inventas tu mundo.

     Pienso mil y un cosas; recreo un mundo en el que tú y yo somos los únicos protagonistas, en donde nada pueda sofocar este fuego que crece día a día en mi ser y que ni tus besos y caricias pueden apagar, en el que el segundero de nuestro reloj no avance nunca más y siempre marque la misma hora, uno que reinventemos con cada sonrisa, cada mirada, cada beso y cada palabra...

     Pero un gesto tuyo me hace regresar a esta nuestra realidad que compartimos ahora. Tristemente me doy cuenta de que ese universo que tanto anhelo idear, tú no serás pilar... ya no soy para tí. No seré esa musa que haga nacer tus más bellas palabras de amor, ni tampoco aquella mujer cuyo recuerdo te acompañe en tus noches de soledad... o por lo menos eso creo creer...

    ... y sólo te ríes de mi torpeza al articular una respuesta a lo que segundos antes preguntaste... y yo sólo pienso en que ya no soy más el ensueño que alguna vez imaginaste... y tú te sigues riendo... y yo sólo hago lo que mejor sé hacer: fingir demencia y pensar una sonrisa más para la ocasión, pero que lleva dibujada detrás una mueca inundada de frustración.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Lenguaje y emociones en la cultura maya

A fines del siglo XIX, el psicólogo estadounidense Williams James dijo que no es posible imaginar una emoción sin algún tipo de modificación corporal casi siempre involuntaria, como la aceleración del pulso, un rubor derivado de la presión sanguínea alta, un temblor en alguna parte del cuerpo... Muchos antropólogos, por otra parte, piensan que las emociones incluyen también un componente cultural, social y lingüístico.
Gabriel Bourdin Rivero, investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, obtuvo su grado de maestría con un trabajo titulado “El cuerpo humano entre los mayas. Una aproximación lingüística”; posteriormente consiguió su doctorado con la tesis “El léxico de las emociones en el maya yucateco”.
Gracias a este segundo trabajo -con el cual, por cierto, ganó en 2009 el Premio Wigberto Jiménez Moreno a la mejor tesis de doctorado en el área de lingüística, que otorga anualmente el Instituto Nacional de Antropología e Historia-, el investigador universitario encontró que en esa lengua hay muchas palabras que involucran distintas partes del cuerpo para hablar de emociones.
“Por ejemplo, el órgano privilegiado entre los mayas para hacer alusión a las emociones es el corazón. Lo consideran el centro anímico fundamental del cuerpo. Básicamente utilizan tres términos: puczikal, que se refiere al corazón en su aspecto material; ool, que alude al corazón en su aspecto anímico, psicológico; y oolal, que es un derivado de ool”, explica el científico.
De esta forma, desde la mirada antropológica y lingüística, Bourdin Rivero aborda los códigos de la lengua mayense que reflejan cómo sienten, piensan y se relacionan entre sí los miembros de la comunidad maya.
 
“Trabajo el tema de la relación entre el cuerpo humano, las emociones, la cultura y la lengua. Mi enfoque metodológico es el de la antropología lingüística y mi objetivo es analizar el cuerpo humano y sus procesos biológicos en sus aspectos significantes, en todo aquello que tiene que ver con la semiótica; es decir, el cuerpo humano y sus procesos biológicos como un signo o un conjunto muy complejo de signos”, dice.
 
“Pellizco en el corazón”
Comúnmente se cree que las emociones son homogéneas y universales, pero en realidad esto no es así.
Por ejemplo, la emoción que llamamos enojo en español varía de significado según la cultura de que se trate. Es decir, el término “enojo” conlleva un concepto propio de la lengua española.
“A partir de ciertas bases generales vinculadas con cierto tipo de reacciones fisiológicas, se han creado diversas formas de expresar la idea de que, ante algo malo que hace o dice alguien, surge una reacción. Éste sería el único elemento universal para el tipo de emoción que llamamos enojo en español o anger en inglés”, comenta el investigador.
En el maya yucateco hay otros términos para referirse al enojo, a la ira o a sensaciones aversivas en general, como lep’ ool, confomado por los vocablos lep’, “pellizco” (aunque éste es muy especial, algo así como un movimiento con los dedos cuando se le quiere quitar la cáscara a un grano de maíz), y ool, “ánimo o corazón”.
 
“Una traducción textual de lep’ ool sería ‘pellizco en el corazón o en el ánimo’. Este término es una suerte de metáfora lexicalizada, pues el vocablo corazón se utiliza para hacer referencia al estado anímico”, dice Bourdin Rivero.
En cuanto a la alegría, uno de los términos del maya yucateco que sirven para hacer alusión a ella es ki’imak ool, que significa “gustoso está mi corazón”.
“Sin embargo, a diferencia de lo que sucede con nosotros, la noción de alegría entre los mayas actuales no implica una emoción eufórica, sino un estado de tranquilidad. Para ellos, la alegría es la ausencia de preocupación o de angustia. Es decir, su ethos o mundo emocional está orientado hacía el equilibrio de las emociones y no hacia su desbordamiento o exceso”, dice el investigador.
 
Noción de persona
Los mayas actuales se dividen en 31 grupos etno-lingüísticos diseminados en el sureste de México y en buena parte de Centroamérica. Todos tienen una visón múltiple de la composición de la persona humana: junto al cuerpo físico existe un grupo de entidades anímicas.
“En efecto, en la tradición maya se habla de varios entes anímicos que componen la estructura de la persona humana, como el denominado ool, que se localiza en el núcleo, en la médula del cuerpo; y el denominado pixán, que se desprende del cuerpo tras la muerte. En el caso de los pueblos de los altos de Chiapas hay una dualidad entre un ch’ulel, un yo muy íntimo que está en la sangre, y un waay, especie de doble animal asociado al individuo desde su nacimiento que, se cree, habita en una montaña sagrada y que puede ser un lobo, un jaguar, etcétera. Algunos individuos, como los curanderos tradicionales, acumulan varios waay a lo largo del tiempo”, explica el investigador de la universidad.
 
Diferencias con la cultura occidental
De acuerdo con el investigador universitario, el aspecto lingüístico de las emociones (es decir, la forma en que hablamos de ellas, las clasificamos y las expresamos) no solamente manifiesta ciertos estados internos de los individuos, sino también los construye.
“Lo que decimos no sólo expresa, sino también construye, lo que sentimos. El habla es, de algún modo, el límite de lo que podemos pensar y sentir. La lengua no es únicamente la expresión de algo, sino también una condición sine qua non para pensar ese algo”, dice.
Ahora bien, al intentar comprender el mundo emocional de los mayas, surgen diferencias con la cultura occidental, porque en ésta se separa el cuerpo de la mente y lo emotivo de lo racional.
“En la medicina moderna, por ejemplo, se observa claramente ese dualismo cuerpo-mente o emoción-intelecto. Obviamente, las emociones se ponen más del lado corporal que del mental, pero en realidad constituyen una especie de puente entre lo físico y lo psíquico. Son sentimientos, y éstos se desarrollan tanto en el plano mental como en el biológico”, afirma Bourdin Rivero.
 
Aplicaciones prácticas
Las aplicaciones prácticas derivadas de un trabajo de investigación como el que desarrolló Bourdin Rivero se dan en forma gradual.
“Una población como la maya, sometida a condiciones adversas de alimentación y salud, genera un gran estrés emocional. De ahí que sea muy importante conocer sus concepciones acerca del cuerpo y las emociones, para buscar que mejoren sus condiciones de vida”, comenta el científico.
Al respecto hay que decir que el investigador universitario ha sido invitado a trabajar en una dependencia de la Secretaria de Salud que se relaciona con la medicina alternativa y tradicional, para que aporte sus conocimientos a un programa de salud intercultural al cual se ajustan los médicos que trabajan en zonas indígenas.

(tomado de http://www.eluniversal.com.mx/cultura/62513.html)

sábado, 30 de octubre de 2010

[...]

Y ahí estás otra vez.. parada frente al espejo. Te miras detenidamente... arreglas un poco tu cabello, pasas tu mano por los ojos aún dormilones, te rascas el mentón, te sacudes la flojera matutina y suspiras...
 -y ahora por qué el suspiro
- no sé...
- no sabes...
- no
- tú nunca sabes nada.
- no... nunca.

Te sientas en la cama... miras fijamente la pared
- qué miras...
- nada
- ¿nada?
- no
- no me sorprende

Te paras y caminas hacia el espejo... te observas detenidamente... te buscas en él, tratas de reconocerte, pero tu imagen huye y de pronto ya no hay nada. Cierras los ojos... ahí está ¿ya la viste? está escondida detrás de ese muro de recuerdos... sigue llorando, ve con ella, tal vez necesite un abrazo...
-no
- ¿por qué?
- no es mi problema

Te das la vuelta... ¡mira! allá hay otra (raro... no hay nada alrededor de ella)... está sonriendo, la última vez que la vimos también lloraba... está diciendo algo...
-no estaba llorando, sólo se veía un poco triste, pero no lloraba... vamos a verla

Caminas hacia ella: sentada, sonriendo, mirando sin mirar... perdida en sus pensamientos... o por lo menos eso crees tú porque no quieres acercarte más, prefieres no hacerlo... ¿por qué sigues con ese miedo?
- yo no tengo miedo
- acércate entonces
- no
- por qué no
- .....

Abres los ojos y sigues ahí... frente al espejo... las lágrimas recorren tus mejillas y terminan su lenta carrera en el borde de tu rostro... estás sonriendo... sonries... ¿por qué sonríes?
-porque si


Te recuestas en la cama... tus manos se dirigen a tu cara y la oprimen fuertemente... lloras, ríes, gimes... pero ya no sé distinguir sentimientos entre tus gemidos...
- me gusta verla sonreir.

¿posas para mí?

El DRAE define la palabra "pose" como:

"postura poco natural y, por extensión, afectación en la manera de hablar y comportarse."

Desde este punto de vista, y aferrándonos fieramente a este criterio, cualquier comportamiento que vaya en contra de nuestra común y cotidiana forma de ser y, por lo tanto, resulte fingido, lo consideraríamos como "pose". Pero ¿cómo afirmar que en realidad se trata de una conducta contra natura? En innegable que cada hombre tiene una particular y única forma de expresión y que en la mayoría de los casos, está tendría que ajustarse al criterio de lo "normal" dentro de la sociedad en la que el individuo se desenvuelve. Afortunadamente la "normalidad" no es algo que exista en este mundo, pues desde siempre, el ser humano ha transpasado esta barrera llena de límites con el fin de poder encontrar un libre desarrollo al pensamiento y por ende, al desenvolvimiento dentro de su entorno.
     Ahora bien, es este entorno el que suele condicionar la formación de la personalidad del individuo y con ello, la forma de conducirse en la sociedad. Con el paso del tiempo y las experiencias adquiridas a lo largo de la vida, el hombre cambia su conducta y evoluciona. Evidentemente la recepción que de estas experiencias se haga, son de diversa intensidad en cada sujeto, por lo que no podemos generalizar acerca de la conducta que cada inviduo forjará con la asimilación de éstas, aunque es posible intuirlas o presuponerlas; sin embargo, éstos prejuicios no tienen porqué ajustarse a la realidad, o por lo menos no íntregramente.
     Entonces, no debemos enjuiciar antes de tiempo como "fingida" una conducta que pudiera parecernos aritificial sin antes ubicar en su tiempo y en su espacio al otro... siempre hay un lado oculto que de vez en cuando lucha por salir y gritarnos "¡estoy aquí y hoy no me puedes reprimir!

Anéctodas sobre la revolución en San Pablo Oztotepec


Dicen que en la revolución enterraban sus niños, que como veían que ya venían la revolución…bueno, éso ya no lo vi yo, me contó mi papá, les tapaban la boca a los niños pa que no los encontraran y que los ahogaban y ya nomás rascaban y que los enterraban y que las abuelitas enterraban su dinero, su metate andaban enterrando en sus terrenos… todos los que tenían dinero los andaban enterrando. Mi papá nos platica, dice que hasta los sacaban a calentar su dinero, no sé para qué, pero los tendían en un tecate… él sí todavía lo vio, nos platicaba que mi abuelita los sacaba a tender, pero cuando vino la revolución, dicen que todos andaban enterrando, todo, cuando vinieron, dicen que fueron como diez años de revolución, dicen que vinieron… ya era como monte, pero dicen que sí… hubieron muchas cosas, mi nieto apenas vio una persona muy fea de su cara, con marcas “quién era” “quién sabe qué me doy la vuelta y me echo a correr”… pero no era así persona no si se ven cosas feas en la noche.. y uno que ya no sale en la noche… Mucho tiempo estuvo solido el pueblo, no había luz, había pocas gentes… no como ahorita… ese deportivo no estaba… estaba muy sólido ahorita ya hay calles ya y todo pero antes no, nada más salía uno al campo y el campo nada más salíamos a dar de comer, pero era cómo le diré, era más tranquilo, no había nada ya no es como antes.

(narrado por la señora Alcia Solares, San Pablo Oztotepec, Milpa Alta)