30 de diciembre de 2010, jueves. Mañana es el último día del año. Además de los típicos festejos anuales, muchos comienzan con la elaboración de los propósitos a cumplir en el ciclo próximo que pronto iniciará. Nunca me he hecho propósito alguno; me parece absurda la idea de que el cambio de año sea el aliciente para que alguien se anime a renovar su vida: el deseo de reinventarse debe de nacer en cada instante de la existencia misma.
Quizá mi único propósito sea terminar mi tesis. Eso es lo que realmente me preocupa en estos momentos... he desaprovechado mucho de mi tiempo en asuntos que, a pesar de tener trascendencia dentro de mi vida, no me han dado satisfacción alguna. El resto de los propósitos me los iré planteando conforme pasen los días y según se presente la ocasión.
Prefiero hablar de lo que sí logre y no me propuse durante el conteo de las doce campanadas de 2009. Lo más importante es que cumplí el sueño de todo estudiante y nóvel investigador: presentar una ponencia ante un público especializado. 18 de agosto fue la fecha (a seis días de mi cumpleaños número 25) y Taxco el lugar, estaba realmente nerviosa ¡me sudaban las manos! (a mí nunca me sudan las manos). Un día antes ensayé la lectura y traté de suprimir los datos menos importantes, cosa que no logré: TODO era importante (más tarde me di cuenta de que no); comencé mi lectura con notable nerviosismo, pues no sólo estaba ante mi jefe y asesor, sino ante el dirigente de la Coordinación Nacional de Antropología (CNA) del INAH, institución que financia mis investigaciones y que, por lo tanto, espera aportaciones importantes dentro de la disciplina correspondiente, en mi caso, la de Lingüística, por lo que era deber mío contribuir al estudio de la dialectología del español en México, caso específico, el estado de Guerrero. Tal vez mi investigación no fue enorme, pues me enfrente a demasiadas limitaciones: los viáticos eran escasos (casi nulos), el corpus reunido era mínimo y las poblaciones trabajadas no representaban realmente el problema analizado (oh, olvidé mencionar que mi investigación giro en torno de la descripción del léxico de origen africano que persiste en las ciudades de Iguala, Taxco y Tepecoacuilco), pero la lectura previa ante mi jefe-asesor-profesor-amigo-colega-segundo padre y sus posteriores palabras de reconocimiento y felicitaciones, me hicieron sentir segura. Recibí aplausos al final de mi lectura y una posterior charla con el coordinador (y también lingüista) , Francisco Barriga Puente, y con una notable historiadora (Teresa Pavía) sobre mi tema.
¿Realmente aporté algo? yo pienso que sí. La población afromexicana en México ha sido muy poco estudiada, la mayor parte de las notas existentes giran en torno de la historia y antropología, pocos son los datos sobre la lengua. Lo que analicé fue una pequeña porción de un grupo minoritario en la entidad y estoy segura de que un corpus más amplio y una extensión de la zona estudiada, dará luz a vacíos que quedaron en mi escrito y que necesitan una explicación más profunda. Fue la mejor experiencia de mi vida y la que más feliz me ha hecho.
Hace unas semanas, se entregó el resultado de año y medio de esfuerzo, igual dentro de la CNA: una bibliografía comentada y dos volúmenes de una antología, todas relacionadas con la lingüística hecha sobre Guerrero. Me sentí realmente orgullosa al ver impresas ambas obras: orgullosa de Martín (mi compañero de trabajo y ahora, rival a vencer jeje) y de mí (ciertamente, más de mí jeje). No sé qué nuevo proyecto en el INAH venga en este 2011... sigo a la expectativa.
Otro logro más fue la recopilación del corpus base de mi tesis, la cual será conjunta (o por lo menos, esa es la idea) Fue realmente dificil, extenuante y hasta fastidioso recopilar y transcribir horas y horas de entrevistas que serán la base de la investigación. Pero, por fin, ahí están, esperando a ser analizadas.
Tuve la oportunidad de dar clases a jóvenes recién salidos de la pubertad (según). Fue díficil manejarme ante tres grupos totalmente distintos: los apáticos, los rebeldes y los que sí estudian. Obviamente el tercero fue mi favorito: era realmente gratificante ver que mis noches de desvelo y horas invertidas en la preparación de las clases y actividades, agradaban, interesaban y ayudaban a los chicos (el grupo estaba formado por unas ocho chicas y tres varones); era la recompensa a los múltiples hartazgos experimentados con los otros grupos. Aprendí algo: uno como alumno nunca valora la labor del educador, rara vez se pone a pensar en lo mucho que éste sacrifica para exponer ante los educandos la teoría que da forma a la preparación intelectual y formativa de éstos. Muchos nos saltamos la clase o nos divertíamos escribiendo notas en los cuadernos del compañero de al lado (yo lo hacía) mientras el profesor hablaba y hablaba... ahora me tocó hablar y hablar mientras observaba las mismas actitudes. Dar clase no es lo mío... aunque tal vez me anime a repetir la experiencia.
Mis logros profesionales fueron muchos. Los personales no tanto. Mi regalo de año nuevo fue el anuncio de una enfermedad que si bien no es mortal, sí es para preocuparse. Luego vino la rotura definitiva con quien había sido mi pareja no oficial durante muchos años de mi vida: lloré mucho, lloré y lloré hasta que mis ojos terminaron por hincharse. La aparente indiferencia hacia la situación era mi mejor arma, pero la tormenta interna continuaba. Lo extrañé cada segundo, minuto, hora... día y noche añoraba los momentos vividos y nuevamente las lágrimas hacían su ya normal recorrido desde mis ojos hacia el infinito. Su partida me dolió. Ahora, sólo lo recuerdo de cuando en cuando.
Amores fugaces tuve... y sólo dejaron en mí un vago recuerdo de satisfacción. Hace poco conocí a "alguien distinto". Al principio no me causó el menor desasosiego, pues en mí aún reinaba la incredulidad respecto de los sentimientos de afecto que mi persona pudiera provocar en alguien más: después del catastrófico descenlance amoroso, decidí vacunarme contra el amor. Conforme pasó el tiempo y fiel a mis enamoramientos fugaces, pasó de ser "él" a ser "Él". Dejando de lado a la persona de la que hablo, reconozco que es lindo querer y encariñarse con un sentimiento distinto al que normalmente se experimenta con amigos. Esta nueva sensación es bella, gracias a ella me doy cuenta de que al final de cuentas, también soy humana y que al igual que todo ser vivo, necesita sentirse especial. Me sentí especial un tiempo... pero ahora me doy cuenta de que lo he echado a perder. Hay veces en las que siento que no soy una persona que pueda ser amada.
Pero lo que no he fastidiado con mis obsesiones y enajenamientos, son mis amistades. Alegrías, risas, llanto, fiestas, borracheras, momentos de lucidez... de todo ha habido. Lo mismo pasa con familiares; pocas veces son las que convivo con primos y tíos, este año tuve la oportunidad de hacerlo y fue lindo.
Entonces, no me queda más que esperar a que la vida continue y con ella siga mi camino y evolucione junto con ésta. No sé qué pase en los próximos meses, pero sé que todo puede mejorar. Después de todo, el estar bien o no, está en mis manos.