sábado, 25 de diciembre de 2010

Recuerdos de papel

Hoy me siento cansado...
como el vampiro que descubre que la inmortalidad es algo cuyo resplandor pasa con el tiempo 
conforme pierde a los seres que ama; 
y triste y decepcionado por tanta pérdida, añora la muerte... 
hasta que vuelve a enamorarse.

Sesiones bajo la luna llena


Transcribo esta cita de uno de los cuadernos que en antaño solía usar como diario; la fecha que encabeza mi entrada es del 12 de diciembre de 2005. Han pasado cinco años. En ese entonces estaba en tercer semestre de la carrera (creo), aún era virgen y todavía no se me descarrilaba el tren... y tal vez en ese tiempo no le daba la importancia necesaria a todos los datos que debo tomar en cuenta cuando hago citas... no apunté de quién es o de dónde la copié, sólo recuerdo que fue de un libro con el que me topé por mera casualidad en los estantes de la Biblioteca Central mientras buscaba una lectura para disfrutar y distraerme en vacaciones. Pero creo que ni apuntar bien el título supe hacer, porque ahora que busqué la referencia en la base de datos de esa biblioteca, se le marca como inexistente... maldición.
          Escribía en esos diarios desde que estaba en la primaria. Recuerdo que compraba cuadernitos y que los forraba con papel celofán o con uno metálico, me gustaba cómo se veía el rojo. Mi hermano veía mis libretitas y veía que escribía en ellas. Él era el único que me regalaba cosas en mi cumpleaños. Uno de los presentes que más recuerdo y que aún conservo (sin que él lo sepa) es una especie de cajita para que en ella las guardara; él mismo la hizo con pedazos de pastas de cuadernos viejos y diurex. Nunca la usé porque era muy frágil y no quería romperla. Otro regalo que hizo con sus manitas (sí, eran lindas... me gustaba tocar sus deditos cuando dormía y sentir su calor... era realmente tierno; ahora son más grandes que las mías y ni por error nos tocamos ¡asco, asco!) fue un Pikachu dibujado y coloreado por él (desde entonces ya amaba dibujar) y tenía una base hecha con palitos de paletas que hacía que permaneciera en pie... nunca lo recibí porque nos peleamos. Creo que lo rompió.
          Por más que trato de hacer memoria, no lo logro. No sé qué es lo que mi mente púber y perturbada ordenaba a mis manos plasmar en esas hojas. Dudo que fueran asuntos relacionados con amigos. Nunca tuve amigos, siempre fue la típica niña retraída y tímida que no hablaba con nadie y que nadie hablaba con ella; teníamos dos recreos de media hora cada uno y no me gustaba porque sentía aún más el peso de la soledad. No tengo ningún lindo recuerdo de esa etapa de mi vida. No hubo día en el que no llorara o pensara en la muerte. Un niño nunca debe pensar en la muerte. Lloraba y mis compañeros se reían. Lloraba y mis maestros no me hacían caso. Lloraba y mis papás me decían que me callara. Lloraba y parece que las hojas de aquellos cuadernos me escuchaban atentos y secaban mis lágrimas. No coservo ninguno de esos cuadernos. Quizá porque ilusamente pensé que al deshacerme de ellos, se iria el dolor. Y no. 
          Lo que sí conservo son las experiencias vividas en el CCH. Al leer lo escrito, vienen a mi mente instantes que por su fugacidad ya había olvidado. Y sonrío. Y a veces lloro. Y recuerdo con una sonrisa lo que me decían mis amigos (sí, hasta ese momento supe lo que eran y lo que se sentía tener uno): "vas a ser escritora y vamos a esperar tu primer libro". Nada más alejado de la realidad. Augusto Monterroso dice que escribir es un arte y que su medio de expresión es el lenguaje. Amo el lenguaje, pero no me considero una artista, denigro el concepto.
          En la universidad, siempre llevaba conmigo mi cuaderno. Escribía en él lo que me pasaba en ese preciso instante, lo que pensaba y por fin, me sentí con la libertad y confianza de compartirlo con alguien. Como yo, la forma en la que me expresaba evolucionó. Dejé de hablarme sobre amores fugaces y comencé a preocuparme por la vida, por la forma en la que estaba viviendo y por el futuro. La última entrada de mi diario es del 23 de junio de 2007. No he vuelto a escribir en un diario desde entonces. Todo recuerdo se queda en mi mente, con la esperanza de no formar parte de mi olvido cotidiano. Creo que es un buen momento para retomar una buena costumbre que comencé desde antes de saber que dedicaría parte de mi vida al lenguaje.









 
           


No hay comentarios:

Publicar un comentario